"ÉL más altruista de los amigos que un hombre puede tener en este mundo egoísta, aquel que nunca lo abandona y nunca muestra ingratitud o deslealtad, es el perro".
Señores del jurado, el mejor amigo que tiene un hombre en el mundo puede volverse contra él.
Su hijo o hija, a los que ha criado con amoroso cuidado, pueden ser desagradecidos. Aquellos que están más cerca nuestro y que nos son más queridos, aquellos a los que les confiamos nuestra felicidad y nuestro buen nombre, pueden traicionarnos.
El dinero que un hombre ahorra puede perderse. La reputación puede ser sacrificada en un momento de acción impensada.
La gente que está dispuesta a caer de rodillas para honrarnos cuando el éxito nos sonríe, puede ser la primera en tirar la piedra de la maldad cuando el fracaso nubla nuestras cabezas. El único amigo absoluto y desinteresado que puede tener un hombre en este mundo egoísta, el que nunca es desagradecido o traicionero, es su perro. Con esto estoy diciendo que el perro es el mejor amigo del hombre.
¿Por qué, señores del jurado?
Porque el perro de un hombre está a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. El dormirá en la fría tierra, donde sopla el viento y la nieva se arremolina implacable, sólo para poder estar al lado de su dueño. Besará la mano que no puede ofrecerle comida, cuidará las heridas y penas que el encuentro con la rudeza del mundo le ocasione. Guardará el sueño de su pobre señor como si fuera un príncipe. Cuando todos los demás nos abandonan él permanece. Cuando la riqueza desaparece y la reputación se hace añicos, él es tan constante en su amor como el sol en su viaje por el cielo.
Si el destino lleva a su señor a ser un proscrito en el mundo sin amigos y sin hogar, el perro no pide otro privilegio que el de acompañarlo para defenderlo del peligro y pelear contra sus enemigos. Y cuando el último de todos los actos llega, y la muerte se lleva a su amo, no importa si todos los amigos siguen su camino. Allí, junto a su tumba, encontraréis al noble perro, la cabeza entre las patas, los ojos tristes, pero abiertos en alerta vigilancia, fiel y leal aun en la muerte.
Este tributo fue presentado al jurado por el ex senador George Graham Vest (famoso abogado y asesor presidencial), que presento al dueño de un perro que fue muerto a tiros, deliberadamente, por un vecino. El hecho ocurrió hace un siglo en la ciudad de Missouri, EE.UU., en 1870.
El senador gana el caso y hoy hay una estatua del perro en la ciudad y su discurso esta inscripto en la entrada del Tribunal de Justicia, que aun existe.